29 de agosto de 2011

DIÓXIDO DE CARBONO, ¿CULPABLE O INOCENTE?

¡Oso indignado, se manifiesta contra el cambio
climático!
La atmósfera Terrestre supera los 100 km de altura, aunque el 75% de su masa se concentra en los primeros 11 km. Está formada en un 78% de nitrógeno, en un 21% de oxígeno, y en casi un 1% de argón. La proporción de CO2 en la atmósfera es de tan solo el 0,035%. Entonces, con una proporción de gas tan exigua, ¿podemos achacar el calentamiento global al dióxido de carbono? La respuesta es, . El nitrógeno, el oxígeno y el argón no absorben la luz solar en el rango visible, ni en el infrarrojo. Solo el CO2 y el vapor de agua absorben parte del calor irradiado por la Tierra, con lo que impiden su salida al espacio y su normal refrigeración. De ahí que se haya denominado efecto invernadero. También podemos apreciar el efecto invernadero cuando dejamos nuestros automóviles al sol. La radiación lumínica atraviesa sin problemas los cristales del auto, pero la radiación infrarroja del interior es reflejada parcialmente por los cristales que actúan como espejos para ese rango de frecuencias. Por otra parte, las partículas de gas que componen el aire del interior se agitan violentamente debido a la temperatura. Al no poder contactar con las del exterior, con un menor grado de agitación, su efecto se acumula.

De este modo, aunque el dióxido de carbono y el vapor de agua son una ínfima fracción de la atmósfera, sus moléculas transmiten el calor que absorben a las restantes cuando colisionan. La atmósfera termina actuando como una manta térmica que impide la liberación del calor al espacio. Al efecto invernadero también contribuyen el metano y el óxido nitroso, que incluso en proporciones menores contribuyen al calentamiento global.

El calentamiento total producido por el conjunto de gases de efecto invernadero a lo largo del siglo XX no llega al 1 por ciento de la radiación solar absorbida en la superficie. Puede parecer poco, teniendo en cuenta que las variaciones de temperatura entre glaciaciones y periodos cálidos es de 5 a 8 grados Celsius. Pero la diferencia estriba en la velocidad del incremento de temperaturas, pues los cambios de temperatura que marcan la eras geológicas suele durar de cientos a miles de años como poco, y nosotros estamos cambiando el clima en menos de doscientos años. Esa velocidad a la que estamos cambiando el clima es tan alta que los ecosistemas pueden sufrir un gran estrés, al ser incapaces de adaptarse con la suficiente velocidad.

Aunque no debemos considerar el efecto invernadero como algo antinatural, los periodos de intenso vulcanismo indujeron en el pasado cambios de temperaturas de mayor intensidad que las que estamos viviendo ahora. En el propio sistema solar podemos observar casos de efecto invernadero, como ocurre en Venus. El segundo planeta del sistema solar es más caliente (460 ºC) que Mercurio, a pesar de encontrarse más alejado del Sol. Eso se debe a la alta concentración de gases de efecto invernadero en su atmósfera, que está compuesta principalmente de dióxido de carbono, monóxido de carbono, nitrógeno, ácido sulfúrico, argón y partículas de azufre. Por tanto, el efecto invernadero en las atmósferas de algunos planetas es algo tan natural como la vida misma.

Dicho esto, también hay que tener en cuenta que el efecto invernadero per se, es beneficioso para nuestra civilización. De no existir dióxido de carbono en la atmósfera viviríamos en una bola de nieve gélida. Entonces, la clave está en lograr el adecuado equilibrio en los gases de efecto invernadero, que beneficie a nuestra civilización sin perjudicar al planeta.

Finalmente, mencionar que, los últimos análisis de disipación de calor atmosférico han demostrado que conforme mayor es su temperatura atmosférica mayor es el ritmo de disipación de calor . Ese cambio del ritmo con el que es capaz de enfriarse el planeta no había sido previsto por los modelos climáticos actuales, lo que repercutirá a la baja en la previsión de aumento de temperaturas para el presente siglo.

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