22 de octubre de 2011

PELUDO FRENTE A DESNUDO

Los humanos somos los únicos primates sin vello corporal.
Entre los primates somos los únicos con la piel desnuda. Solo conservamos restos de vello en la cabeza y en otras partes del cuerpo, pero comparándonos con otros miembros de nuestra familia, nos encontramos prácticamente desnudos. Podría pensarse que la nuestra es la situación ideal pero, en principio, no resulta tan evidente. El pelo proporciona aislamiento y protección ante las rozaduras, la humedad, la radiación solar y los parásitos. Además suele utilizarse para proporcionar información a otros miembros de la especie o para eliminar información (camuflaje) contra depredadores.

Las únicas especies de mamíferos entre las que se aprecia una disminución significativa de su pelaje han evolucionado para vivir en hábitats acuáticos o bajo tierra, en donde su función inicial se pierde. Un ejemplo son los grandes mamíferos marinos, delfín, ballena, cuya piel desnuda disminuye la fricción, lo que facilita sus desplazamientos. Otros grandes mamíferos, en este caso terrestres, como elefantes o hipopótamos han perdido el bello porque su principal riesgo es el recalentamiento. Cuanto mayor es el animal, la relación entre superficie corporal y masa total es menor y las posibilidades de refrigeración disminuyen. Por eso los ratones sí que mantiene sus cuerpos cubiertos de pelo, pues el caso es el contrario, necesitan mantener su temperatura corporal.

Pero la pérdida del vello corporal en humanos no puede explicarse como una adaptación a medios acuáticos ni a la vida subterránea. Tampoco poseemos un cuerpo voluminoso, ¿de dónde proviene nuestra desnudez? La respuesta a esta pregunta se encuentra en nuestro depurado proceso de refrigeración. La piel desnuda de los humanos es mejor para liberar el exceso de calor que la piel cubierta de pelo. Mantenerse fresco y siempre dentro de un rango adecuado de temperaturas es un verdadero problema para los mamíferos. Un problema que se acentúa en climas cálidos y húmedos, sobre todo si el animal tiene que correr o realizar largas caminatas. Hay que tener en cuenta que el tejido nervioso en general, y el cerebro en particular, es un órgano muy sensible al calor que puede llegar a sufrir graves daños por esta causa.

Para conseguir regular la temperatura corporal hay todo tipo de estrategias, los perros jadean, los gatos adaptan su esfuerzo físico a las horas más frescas del día, los antílopes tienen una gran irrigación sanguínea en la nariz que utilizan para eliminar el exceso de calor mediante la respiración.

Es legendaria la resistencia de Nadal bajo el calor.
Pero el más eficiente sistema de refrigeración en los mamíferos pasa por la evaporación del sudor. Evaporar un litro de agua proporciona una capacidad de refrigeración de 538 Kcal (el ser humano es capaz de producir medio litro de sudor a la hora), compárese esa cifra con las 2500 kcal/h que es capaz de enfriar un aire acondicionado doméstico y entenderemos la eficiencia del sistema. Nuestros organismos tienen incorporado como "accesorio de serie", ¡un aire acondicionado natural de dimensiones extremadamente reducidas! Existen tres tipos de glándulas sudoríparas para tal efecto: apocrinas, ecrinas y sebáceas. Todas juntas generan el sudor. Aunque dependiendo de la predominancia de una u otras el sudor tiene apariencia aceitosa, acuosa o incluso espumosa (piensen en los caballos de carreras). En la mayoría de los mamíferos peludos, la capa exterior de la piel, la epidermis, contiene abundantes glándulas apocrinas que se alojan en las proximidades de la raíz de los pelos. Estas glándulas segregan el sudor directamente en la raíz del pelo desde la cual asciende hasta cubrir la piel con una capa de sudor oleoso. La evaporación de dicho sudor se produce fundamentalmente en el pelo, por lo que el proceso de refrigeración del animal se produce a nivel del vello corporal.

Sin embargo, este sistema adolece de grandes limitaciones. Cuando aumenta la transpiración del animal para hacer frente a condiciones extremas su eficiencia disminuye. En ese caso el sistema elimina con menor eficacia el calor debido a que el pelaje se enmaraña, impidiendo el libre paso del aire, e impidiendo una rápida evaporación.

En la epidermis humana, en cambio, predominan las glándulas ecrinas, que residen cerca de la superficie de la piel y segregan un sudor fino y acuoso a través de poros minúsculos. Los humanos poseemos un número extraordinario de glándulas ecrinas (entre dos y cinco millones) que pueden llegar a producir hasta 12 litros de sudor fino y acuoso. Además de evaporarse directamente sobre la superficie de la piel, la composición del sudor ecrino permite una evaporación mucho más rápida y eficiente. De hecho nuestro sistema de refrigeración es tan eficiente que en una maratón de larga distancia entre un caballo y un ser humano en un día caluroso, el que atravesaría primero la meta sería el humano. El caballo tendría que parase en varias ocasiones para refrigerarse o se derrumbaría por agotamiento térmico. (Trabajo publicado en 2007 Sport Medicine, por Daniel E. Lieberman de la Universidad de Harvard y Dennis M. de la Universidad de Utah).
El ser humano ganaría en una calurosa maratón a cualquier caballo.
Con el cambio climático que se produjo tras la última glaciación nuestros antepasados tuvieron que adaptarse a un ambiente de sabana, con grandes espacios abiertos y una fuerte insolación (Ver entrada En el Desierto, Apuesta al Negro). Para alimentarse tenían que realizar grandes caminatas cada día, que podían llegar a las decenas de kilómetros. En esas condiciones la necesidad de un potente sistema de refrigeración era fundamental. Los humanos no solo desarrollamos al extremo los mecanismos de sudoración, sino que también, aparecieron otras estrategias evolutivas encaminadas a facilitar la liberación del exceso de calor. El alargamiento de nuestras piernas nos alejaba del cálido suelo y aumentaba la relación superficie/volumen corporal. Las etnias que viven actualmente en las regiones más cálidas del planeta tienen unas piernas larguísimas.

Observar al "blanquito paticorto". ¿Quién de los dos está adaptado a la Sabana?
Lo importante es que la perdida de vello facilitó el desarrollo de cerebros voluminosos y del habla. El cerebro, al ser un órgano tan sensible al calor, necesita de una gran estabilidad térmica. De hecho una de las pocas zonas de nuestro cuerpo que conservan el vello es la cabeza, pues el pelo en esta zona permite que la radiación solar no incida de forma directa y, a la vez, lo mantiene más cálido que el resto del cuerpo en invierno.

Visto lo anterior se podría afirmar que en los humanos ¡la inteligencia se encuentra al desnudo!

Fuente: Investigación y Ciencia

1 comentario:

Máximo Pretoria dijo...

Cierto, mea cupla!

Gracias por la corrección Carlos.

Un saludo.