El mar de Aral en la actualidad. |
La ropa que llevamos a diario ha costado más de 15.000 litros de agua fabricarla.
A medida que la población humana ha aumentado hasta los 7000 millones de almas, y el consumo por persona de todo tipo de productos, desde hamburguesas hasta pantalones vaqueros aumenta inexorablemente, la finitud del agua dulce a nuestra disposición es cada vez más evidente.
Se necesita agua para hacer todo, y la explosiva demanda de productos de economías del primer mundo, Estados Unidos y Europa y emergentes de gran tamaño como China, India, Indonesia o Brasil está agotando los ríos, reduciendo los lagos, y secando los acuíferos.
Considere esto: se utiliza un promedio de 2.700 litros para hacer una camisa de algodón y 9.800 litros para hacer un par de pantalones vaqueros azules. Los cultivos de algodón consumen la mayor parte de esa agua, y el resto se utiliza en las fábricas para el lavado y “envejecido” de la ropa.
La ropa que llevamos a diario puede llegar ha costar más de 15.000 litros de agua fabricarla. Y si creemos conveniente combinarla con un buen par de zapatos de piel, debemos añadir otros 8.000 litros a la cuenta. Se necesita una gran cantidad de agua para cultivar el grano para alimentar a la vaca cuya piel convertimos en zapatos. Aunque también es cierto que de la vaca se aprovecha todo. Las cifras no dejan de ser sorprendentes para los que somos legos en la materia.
El agua potable es un recurso limitado, y no hay sustituto para ella. Necesitamos agua para saciar nuestra sed, para cultivar nuestros alimentos, para enfriar las plantas de energía eléctrica, y para hacer los coches, los ordenadores y todas esas camisas de algodón. Si no llueve suficientemente (por el cambio climático) y la economía de consumo cada vez gasta más agua, solo nos queda una solución, recurrir a las desaladoras. Sin duda de los océanos podemos sacar todo el agua potable que queramos, siempre y cuando tengamos la energía necesaria para lograrlo. Y si alguien sigue este blog regularmente, se habrá dado cuenta ya a estas alturas de que la energía es el gran reto del Siglo XXI. ¿Cómo conseguiremos substituir todas las fuentes de energía fósil que se encuentran próximas al máximo de su producción? Difícil respuesta.
Y es por esa falta crónica de energía, que el tamaño de la huella hídrica de la humanidad - de la tuya y de la mía – importa y mucho.
En un estudio publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, los investigadores Arjen Hoekstra y Mesfin Mekonnen de la Universidad de Twente en los Países Bajos, ha hecho la estimación más detallada hasta la fecha de la escala y los patrones de consumo de agua de la humanidad.
Es una tarea difícil y complicada. Haciendo uso de un alto nivel de resolución espacial, los investigadores registraron toda el agua dulce que se consume en la fabricación de bienes y servicios para la población mundial. Para completar el estudio, han añadido el volumen de agua necesaria para contrarrestar la contaminación generada en el proceso.
Se calculó el promedio global anual de la huella hídrica para 1996-2005, y el resultado es una cifra impresionante - 9.087 millones de metros cúbicos (9.120 billones de litros) por año. Eso es un volumen equivalente al flujo anual de quinientos ríos Colorado.
La agricultura representa la friolera del 92 por ciento de la huella global del agua. No sólo regamos para los cultivos de uso directo para la alimentación humana, también estamos regando un tercio de la cosecha mundial de cereales para alimentar al ganado que cumple con nuestras necesidades de carne y con la piel de nuestros zapatos. Sumando estas cifras, una simple hamburguesa de carne de vacuno necesita 2.400 litros de agua.
Son estas dietas ricas en carnes las que explican en gran medida por qué la huella hídrica promedio de los Estados Unidos es el doble de la media mundial. Los consumidores estadounidenses devoran 4,5 veces más carne que el promedio mundial.
Uno de los hallazgos más interesantes de Hoekstra y Mekonnen y por lo que traigo a este blog la investigación es porque una quinta parte de la huella hídrica de la humanidad viaja a través de las fronteras nacionales en forma de "agua virtual": el agua que contienen los productos que se comercian entre los países. Para Egipto, Israel, Irán, Jordania, Arabia Saudita y otros países con escasez de agua, la capacidad de externalizar su consumo de agua mediante la importación de trigo y otros granos sedientos les permite salvar su escasez de agua para la producción industrial y otros usos de mayor valor.
Comercio de "Agua Virtual" (Hoekstra and Mekonnen, PNAS early edition, 2012). |
Sin embargo, algunos países con estrés hídrico exportar una gran cantidad de agua virtual a otros países. Por ejemplo, según estadísticas del Departamento de EE.UU. para la Agricultura, las naciones asiáticas centrales de la cuenca del Mar de Aral exportan el 96 por ciento del algodón que producen. La producción de algodón a gran escala en esta región durante el último medio siglo ha provocado que el mar de Aral, una vez cuarto lago más grande del mundo, pierda el 80 por ciento de su agua. Gran parte del lecho del lago es ahora un desierto salado.
Mar de Aral visto desde la Estación Espacial Internacional (ISS). |
Los Estados Unidos, bendecido con una amplia zona de alta productividad en cultivos agrícolas de secano, es el mayor exportador mundial de agua virtual, enviando millones de toneladas de cereales a países de todo el mundo. Mientras que sus mayores importaciones de agua virtual provienen de la cuenca del Yangtsé en China, que produce una amplia variedad de productos para el mercado de los Estados Unidos.
Entonces, ¿qué debe hacer una población creciente para vivir dentro de los límites de consumo que impone el agua y mantener los ríos fluyendo?
La respuesta: los consumidores pueden cambiar sus dietas y hábitos de consumo para reducir sus huellas hídricas, y los productores pueden utilizar el agua de manera más eficiente en la fabricación de sus productos.
Muchas empresas comienzan a concienciarse sobre la escasez de agua y los riesgos estratégicos que plantea, muchas comienzan a adecuar sus cadenas de suministro con una reducción de los requerimientos hídricos. Unilever, por ejemplo, ha ayudado a los agricultores de té en Tanzania para que cambien el sistema a riego por goteo, de tal modo que sus bolsitas de té Lipton tengan una huella hídrica menor. Hay docenas de ejemplos de organizaciones que ofrecen formas prácticas para reducir el tamaño de las huellas hídrica. El ritmo al que se desarrolla estas iniciativas dependerá de nosotros.