13 de mayo de 2011

ALMACENAJE DE HIDRÓGENO



La llama producida por la combustión de hidrógeno es practicamente invisible.
Comparar con la llama producida por los dos cohetes de combustible sólido.
 
Hemos comprobado como el hidrógeno junto con las células de combustible son el método ideal de almacenar electricidad en grandes cantidades. Pero aún faltan escollos tecnológicos por salvar. Las células de combustible son caras de fabricar debido al precio del platino y el hidrógeno es sumamente difícil de almacenar. Hay que tener en cuenta que el hidrógeno gaseoso arde al contacto con el oxígeno del aire (basta con una concentración del 4% de H2). Además la reacción de formación de moléculas de agua puede llegar a ser explosiva, aunque es relativamente menos explosivo que el gas natural. También explota de forma violenta al contacto con el cloro y el flúor. Además al arder, la llama suele ser tan tenue que resulta casi invisible al ojo humano, lo que dificulta la detección de una fuga a plena luz del día. Las llamas de los hidrocarburos son fácilmente observables debido a la presencia de distintas moléculas carbono que les dan sus características coloraciones amarillentas, rojizas o azuladas (dependiendo de la temperatura de la llama). Aunque una ventaja de las llamas de hidrógeno es que tienden a ascender hacia la atmósfera a gran velocidad por lo que permanecen breve tiempo a ras de suelo. Pero en cualquier caso hay que tomar grandes precauciones en el manejo del hidrógeno pues aparte de tremendamente inflamable, el hidrógeno a temperatura ambiente es incoloro e inodoro.

Ante todo hay que aclarar que el hidrógeno no es una fuente de energía, como lo puedan ser la gasolina, el gas natural y demás combustibles fósiles. Eso es debido a que el hidrógeno no se pude hallar libremente en la Tierra. Para conseguir hidrógeno tenemos que producirlo y almacenarlo convenientemente, lo que consume energía. Por tanto el hidrógeno hay que considerarlo como un vector energético, una forma de transportar energía que, mediante las células de combustible, convertimos en  la preciada electricidad. Pero su manipulación es tan peligrosa y compleja que convertirlo en un verdadero almacén energético, lo suficientemente práctico como para utilizarlo en nuestra vida diaria, está resultando todo un reto tecnológico.

A presión y temperatura ambiente, este combustible ocupa un volument tres mil veces superior a la cantidad de gasolina necesaria para almacenar el mismo contenido energético. Para su uso en un automóvil con pila de combustible se necesita almacenar de 4 a 5 kg de hidrógeno para lograr autonomías de hasta 800 km (Toyota FCHV). Cinco kilogramos es muy poco peso pero, al ser un gas tan ligero, ocupa un inmenso volumen (próximo a un campo de futbol). La única solución es almacenarlo a gran presión, de tal modo que quepa en unos pocos depósitos bajo el piso del automóvil. Los primeros depósitos que se idearon para almacenar hidrógeno a gran presión llegaban a los 5.000 psi, pero los depósitos más avanzados como los de Quantum Tecnologys alcanzan los 10.000 psi (700 kg/cm2). Piensen que la presión de inflado de los neumáticos de un automóvil ronda los 2.5 kg/cm2 y se darán cuenta de la enorme presión de la que estamos hablando.

Depósito de gas H2 a 700 atmósferas de presión
Pero un depósito que soporte tanta presión interna tiene que conseguir soportar el doble de esa presión en su exterior, para cumplir con las normas de seguridad de los crash test. Por lo que al final del proceso tenemos depósitos blindados con múltiples capas que resultan muy grandes, pesados y costosos. La primera capa suele ser una barrera para que no escape el hidrógeno. Los metales adsorben fácilmente las moléculas de hidrógeno por lo que no sirven como primera barrera. Después se utiliza una estructura diseñada para soportar las enormes presiones y que suele estar compuesta por láminas de carbono entrelazadas (con lo que se disminuye el peso total del conjunto). Finalmente se añaden una o más capas que absorben la energía de los impactos para hacer los depósitos más seguros ante un accidente de tráfico o un disparo.

Depósito de H2 líquido
Otra alternativa de almacenamiento es la licuefacción a temperaturas de 253 grados bajo cero. En este caso los depósitos de hidrógeno han de estar aislados térmicamente o regrigerados con nitrógeno líquido. Aún así, las pérdidas por evaporación son de entre 0.1% y 2% al día. Además hay que tener en cuenta que tanto para comprimir el gas hasta las 700 atmósfera como para la licuefacción se necesita gastar gran cantidad de energía, lo que baja el rendimiento total del conjunto. Esto los convierte en prácticamente inviables para el sector del transporte y se investiga en nuevos métodos, como los materiales con capacidad de retener hidrógeno en elevadas concentraciones (hidruros metálicos, hidruros químicos, microesferas de vidrio o nanotubos de carbono). Sin embargo, todas estas técnicas se encuentran en fase de laboratorio, aún lejos de su aplicación industrial o comercial.

2 comentarios:

Imaginario dijo...

Hola Máximo!!!

Perdona que no comente la entrada pues todavía no he leído tu blog, pero me alegra verte de nuevo en activo.

Perdí por completo tu pista.

Me pongo a leer tus entradas.

Un saludo

Máximo Pretoria dijo...

Sí, ciertamente, pero fue culpa mía, he estado muy atareado y ahora acabo de retomar el blog.

Gracias.
¡Saludos!