24 de agosto de 2011

LA NUEVA ECONOMÍA DEL ESPACIO

Cohete Saturno V, de las misiones APOLO

Con la llegada del hombre a la Luna con sus famosas huellas fotografiadas, las banderitas estadounidenses y los paseos en coche por su superficie, parecía augurar un futuro espacial para la humanidad muy prometedor. Sin embargo, los viajes se fueron sucediendo y lo único que se comprobó es que la Luna carecía del suficiente interés científico, que los viajecitos les costaban a los norteamericanos un ojo de la cara y que el aura de superioridad tecnológica frente a la URSS ya se había logrado con solo pisarla. Entonces llegó la primera decadencia de los viajes espaciales. Se cancelaron las misiones Apolo y se replanteo todo el programa espacial. Había que encontrar una nueva utilidad a eso del espacio, o de lo contrario los ciudadanos no pagarían de sus bolsillos los costosos programas espaciales de la NASA. En 1972 el Apolo 17 llegó a la Luna, fue la última misión del proyecto Apolo. Un proyecto con el que se había logrado depositar a 12 hombres en la Luna y realizar espectaculares avances tecnológicos. Pero el programa tenía que replantearse desde una perspectiva más económica, así fue como apareció el Skylab (1973-1979) con el que se podía hacer experimentos en el espacio pero en órbitas próximas a la Tierra.

Última misión del Discovery

El siguiente paso fue crear una nave con capacidad de llevar a grandes tripulaciones (hasta 7 astronautas) a orbitas bajas y realizar experimentos sin necesidad de un laboratorio externo. El problema era su alto coste de operatividad. Solo el transbordador costaba unos 2000 millones de euros. Además pronto comenzaron a aparecer problemas de diseño de difícil solución que llevaron a la pérdida de dos tripulaciones. Si el coste económico era excesivo, el humano era inasumible, había que encontrar una alternativa. Los ingenieros de la NASA no podían dejar de sorprenderse por el sorprendente éxito de las naves Soyuz, pequeñas, ligeras, económicas y tremendamente fiables.

De ahí surgió la necesidad de dar un nuevo paso. Después de 40 años de desarrollo espacial no se había conseguido rebajar el coste del acceso al espacio. ¿Por qué no abrir el espacio a la economía de mercado? Si en algo es buena la competitividad de la economía de mercado es en lograr el medio más barato de conseguir algo. En teoría, un apoyo financiero inicial al sector empresarial podría catalizar una nueva economía centrada en los viajes espaciales. La competencia debería proporcionar precios cada vez más bajos.


El reto está en conseguir una nave económica y fiable que acelere hasta los 7 kilómetros por segundo (25.200 km/h) necesarios para poner una carga útil en órbita a 300 kilómetros de altura sobre la superficie de la Tierra. Si se logra, se permitirá el acceso al espacio a cientos de ingenieros, investigadores, turistas y nuevos empleados. ¡Una economía orbital que podría consolidar la presencia humana en el espacio! De ahí a la minería de la Luna, la visita a Marte o incluso más allá sería solo cuestión de tiempo.

En la actualidad más de diez empresas han anunciado planes para enviar a personas al espacio.

Entre ellos se encuentran:

  • Taurus, construido por Orbital Science Corporation.
  • Falcon 9 de Space X, con una primera prueba exitosa.
  • Delta (una variante del cohete comercial actual), fabricado por United Launch Alliance. Una empresa conjunta formada por los gigantes aeronáuticos Boeing y Locheed Martin.
  • También están resultando un éxito los vuelos suborbitales de Virgin Galactic.


Virgin Galactic

  • XCOR, Blue Origin y Amarillo Aerospace, tienen sus propios proyectos en marcha.

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