Centrales nucleares alemanas |
Angela Merkel está muy feliz estos días porque va a conseguir cerrar todas las centrales nucleares alemanas hacia el año 2022. Aunque el abandono de la postura pronuclear que hasta hace unos meses había defendido la canciller Angela Merkel tendrá su coste, y no será bajo. Así lo desvela un informe presupuestario del grupo parlamentario de la CDU filtrado por el diario Sddeutsche Zeitung que fija en 40.000 millones de euros el coste total de clausurar las 17 centrales alemanes. Una cifra que se limita al impacto que tendrá la decisión en el erario público pero que no incluye el efecto que puede tener en las empresas del sector energético que algunas voces también empiezan a estimar.
La nueva política energética de Alemania está provocando que las empresas del sector comiencen a tomar iniciativas para contrarrestar la situación. Por ejemplo, la eléctrica RWE ha decidido invertir 5.000 millones de euros para construir un reactor nuclear en Seeland, población holandesa situada a ¡200 kilómetros! de la frontera germana, para producir desde allí con el objetivo de exportar a Berlín. Este negocio se plantea como bastante seguro dada la nueva condición de país importador de energía que ha adquirido Alemania.
Los datos que hizo públicos el pasado mes de abril la Organización Federal de Energía y Agua revelaron que el cierre temporal, que desde hoy es definitivo, de 7 reactores ya había empezado pasar factura a Berlín. Desde el 17 de marzo en que se anunció esta medida preventiva Alemania había doblado la importación de energía nuclear procedente de Francia pasando a ser un país deficitario desde su posición anterior de exportador. Además las exportaciones de electricidad a dos de sus principales clientes como Holanda y Suiza habían disminuido en 120 gigavatios al día.
El cambio de modelo supondrá también un importante coste para el ciudadano que verá como su factura energética se incrementará en un 9%. Además de tener que sufrir un aumento del 9% en la emisión de gases de invernadero a causa del incremento de producción que experimentarán las plantas de gas y carbón. Aunque esa proporción aumentará considereblemente en los próximos años, ya que las nucleares dan cuenta del 23% de la electricidad que consume Alemania en la actualidad. Pero es más que probable que la demanda eléctrica aumente fuertemente en los próximos años, más aún si se considera la necesaria e inevitable electrificación del transporte para compensar la crisis del petroleo.
Con el fin de la opción nuclear veremos la verdadera potencialidad de las energías renovables para suplir las apremiantes necesidades energéticas de un país tan industrializado como el alemán. Sin duda no se pude decir que los alemanes sean mancos a la hora de construir los aparatos tecnológicamente más refinados. Si ellos no son capaces de construir los aerogeneradores, centrales fotovoltáicas y geotérmicas necesarias para abastecerse, nadie lo hará. Por ello podemos tomar la iniciativa alemana como un experimento a gran escala (con toda una nación): si pasados diez años, lo que observamos es un considerable aumento de las centrales de gas natural y de la importación de electricidad desde estados vecinos fuertemente nuclearizados como Francia (76% de su electricidad de origen nuclear), habrá quedado demostrado lo inapropiado de la opción renovable como principal fuente energética.
La nueva política energética de Alemania está provocando que las empresas del sector comiencen a tomar iniciativas para contrarrestar la situación. Por ejemplo, la eléctrica RWE ha decidido invertir 5.000 millones de euros para construir un reactor nuclear en Seeland, población holandesa situada a ¡200 kilómetros! de la frontera germana, para producir desde allí con el objetivo de exportar a Berlín. Este negocio se plantea como bastante seguro dada la nueva condición de país importador de energía que ha adquirido Alemania.
Los datos que hizo públicos el pasado mes de abril la Organización Federal de Energía y Agua revelaron que el cierre temporal, que desde hoy es definitivo, de 7 reactores ya había empezado pasar factura a Berlín. Desde el 17 de marzo en que se anunció esta medida preventiva Alemania había doblado la importación de energía nuclear procedente de Francia pasando a ser un país deficitario desde su posición anterior de exportador. Además las exportaciones de electricidad a dos de sus principales clientes como Holanda y Suiza habían disminuido en 120 gigavatios al día.
El cambio de modelo supondrá también un importante coste para el ciudadano que verá como su factura energética se incrementará en un 9%. Además de tener que sufrir un aumento del 9% en la emisión de gases de invernadero a causa del incremento de producción que experimentarán las plantas de gas y carbón. Aunque esa proporción aumentará considereblemente en los próximos años, ya que las nucleares dan cuenta del 23% de la electricidad que consume Alemania en la actualidad. Pero es más que probable que la demanda eléctrica aumente fuertemente en los próximos años, más aún si se considera la necesaria e inevitable electrificación del transporte para compensar la crisis del petroleo.
Con el fin de la opción nuclear veremos la verdadera potencialidad de las energías renovables para suplir las apremiantes necesidades energéticas de un país tan industrializado como el alemán. Sin duda no se pude decir que los alemanes sean mancos a la hora de construir los aparatos tecnológicamente más refinados. Si ellos no son capaces de construir los aerogeneradores, centrales fotovoltáicas y geotérmicas necesarias para abastecerse, nadie lo hará. Por ello podemos tomar la iniciativa alemana como un experimento a gran escala (con toda una nación): si pasados diez años, lo que observamos es un considerable aumento de las centrales de gas natural y de la importación de electricidad desde estados vecinos fuertemente nuclearizados como Francia (76% de su electricidad de origen nuclear), habrá quedado demostrado lo inapropiado de la opción renovable como principal fuente energética.
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